domingo, 18 de agosto de 2013

LA TEORIA DE LA EVOLUCIÓN

Desde que conocí en mi época de estudiante la teoría de la evolución de Darwing, sentí que algo no encajaba. Por supuesto que las acepto, pero le faltaba algo que le diera el sentido total y la coherencia necesaria para ser creíble. Paralelamente a mi desarrollo personal, una inquietud dirigía siempre mis pensamientos hacia el mismo camino, hacia la búsqueda de una solución personal a la incógnita de mis orígenes como humano y como especie. Intuyo que en la respuesta a esta pregunta esconden otras puertas que busco abrir como persona para mi conocimiento.
Todas las especies se adaptan al medio donde viven. Eso es cierto. Cuando el medio cambia, unas especies se extinguen y otras se adaptan, cambiando las relaciones naturales que como especies mantienen en el ecosistema donde conviven. Mi pregunta era: ¿cuál era el mecanismo que hacía cambiar a una especie su cuerpo para adaptarse a ese nuevo medio?. La respuesta de la "selección" y el "tiempo" no me satisfacía. Esos son factores que intervienen, no me cabe la menor duda, pero me preguntaba cómo unas células sabían interpretar los cambios habidos en el ecosistema, darle una solución para la supervivencia, y cambiar el ADN de la especie para que las generaciones venideras se beneficiaran de ese cambio.
La naturaleza está llena de ejemplos de soluciones de auténtica ingeniería que diferentes especies han desarrollado para la supervivencia. Soluciones que el Hombre necesitas estudiar e investigar con medios avanzados para, en muchas ocasiones, imitarlas. Es decir, necesitamos utilizar la inteligencia y la tecnología para desarrollar avances parecidos a los que todas las especies han logrado. Estamos hablando de que las células proponen a los organismos cambios necesarios en sus estructuras corpóreas para adaptarse al medio, sobrevivir e incluso ascender en la cadena alimenticia. Y puestos es esta tesitura, cabría preguntarse porqué algunas especies que tradicionalmente juegan un papel importante en la cadena alimenticia para depredadores situados en una escala superior a ellos, no desarrollan algún tipo de cambio para dejar de ser masivamente alimento de otros. Parece como si tácitamente interpretaran que así se mantiene un equilibrio necesario y la mejor respuesta a esa necesidad de equilibrio, no fuera la evolución, sino la procreación masiva para evitar la extinción. Hablo particularmente de las cebras, por ejemplo. 
Volviendo al tema central, mi incógnita era conocer qué mecanismo hacía cambiar el proceso multiplicador de las células -siguiendo las directrices del ADN- para formar o transformar partes del organismo y adaptarse al medio. El tiempo juega un papel importante dado que, generación tras generación de la especie, se perfecciona ese cambio hasta llegar al resultado óptimo. El estudio de muchas especies y aspectos de ellas que en principio podrían parecer banales, como por ejemplo, las plumas -un derroche de diseño en ingeniería aeronáutica- me hacían preguntar qué mecanismo, que clase de inteligencia se ponía en funcionamiento para diseñar los nuevos cambios. La respuesta la encontré en "el deseo".
Antes de explicar el proceso evolutivo basado en el deseo, explicaré otro concepto importante para comprender su papel: la conexión armónica de la naturaleza.

lunes, 24 de octubre de 2011

Jiddu Krishnamurti


Jiddu Krishnamurti

Krishnamurti
La esencia de las enseñanzas de Krishnamurti está contenida en la declaración que hizo en 1929, cuando dijo: "La Verdad es una tierra sin caminos". 
El hombre no puede llegar a ella por medio de ninguna organización, a través de credos, dogmas, sacerdotes ni rituales, ni tampoco por medio de conocimientos filosóficos ni técnicas psicológicas.
Debe hallarla mediante el espejo de la relación, mediante la comprensión de los contenidos de su propia mente; por la observación y no por el análisis intelectual ni la disección introspectiva.
El hombre ha construido en sí mismo imágenes - religiosas, políticas y personales - como valla de seguridad. Estas se manifiestan en forma de símbolos, ideas y creencias. La carga de dichas imágenes domina el modo de pensar del hombre, su relación y su vida cotidiana. Estas imágenes son la causa de nuestros problemas, porque separan a un hombre de otro.
Su percepción de la vida está formada por los conceptos previamente establecidos en su mente. El contenido de su conciencia es toda su existencia. Dicho contenido es común a toda la humanidad. La individualidad es el nombre, la forma y la cultura superficial que ha adquirido de la tradición y del entorno. La unicidad del ser humano no estriba en la libertad superficial, sino en la completa liberación del contenido de su conciencia, la cual es común a toda la humanidad. Así pues, él no es ningún individuo.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Soluciones para la crisis


Como tenemos el estómago hecho a todo, a base de las píldoras que esto de la globalización nos mete día a día, da la impresión que ya casi nada nos sorprende más de diez minutos después de primer impacto. Pasado ese tiempo pasa a formar parte de nuestro repertorio conversacional en ascensores, comidas, cafés, etc.
- Vaya catástrofe la de Haití
- Vaya……. Muchos muertos –responde el repollo apoyado junto a la botonera del ascensor-
- Como el tsunami de Tailandia (suma muertos el acompañante-pimpollo-repeinao).
- Pues las inundaciones de Centroamérica ….. que ha enterrado gente viva bajo el fango –concluye-.
- No somos na – sería la guinda lacónica que añadiría mi madre, si interviniera en la  conversación de la susodicha caja elevadora.
El homo floresiensis del S.XXI que mora en el parte desarrollada de este globo terráqueo, antaño azul ahora grisáceo, está acostumbrado a que en la parte marrón del mismo, le sorprenda mañana si, mañana no, con catástrofes que la madre naturaleza produce cuando se cabrea, pues en cuestiones maternales es muy sabia y sabrá el porqué –nos decimos todos en nuestro fuero interno-.
Para el resto de noticias, del tipo social, pues que quieren que les diga, sabemos todos como van a terminar: como el rosario de la Aurora. Una vez más las masas se desfogan: unos pocos muertos – héroes que toda revuelta necesita-  otros pocos heridos y cada uno a su casa. Todo queda en su lugar: el Dictador dictando y forrándose, y el resto al curro y a pagar.
Para nosotros –los de la sociedad del bienestar ó “dabuten”- son como pequeños acontecimientos que animan las conversaciones de ascensor, y con los “cuñaos” en comidas familiares; nos permiten además, asentarnos en nuestra condición de humanos mediante la solidaridad. Que si el chinito “güevudo” que se plantó frente a los tanques, que si el disidente que lleva cuarenta años en la “trena”, que si la “chamaca” que se calzó el uniforme policial para pararle los pies a la mafia…Nuestro calentito y cómodo sofá nos proporciona una perspectiva muy global: ellos allí, los pobres! y nosotros aquí, que ya tenemos bastante con los sustos que nos da el euribor.
La palabra Revolución,  por ejemplo, para la dos últimas generaciones, sólo es el título del disco de los Beatels y el capítulo 20 del libro de historia de la EGB. Sin embargo, puede ser eso lo que se está cociendo en el Magreb y se va extendiendo por Oriente Medio. Ningún político se atreve a pronosticar, ni tan siquiera a dar su opinión, pues puede pasar cualquier cosa, y esa falta de estupideces públicas que estos tipos suelen mentar en estos casos, es lo que me asusta. Para esos países árabes salidos de un mal parto colonial, conseguir una auténtica democracia equivaldría a una genuina revolución social que incluso les permitiría salir de su endógena miseria. El reparto de la riqueza equivaldría a un aumento del consumo y por tanto del nacimiento de una industria propia.
- Pero oigan ustedes, sobre todo si de consumo se trata,  para eso estamos los europeos, para darles gusto al morro y al cuerpo. Y de paso nos sacan de la crisis, que ya nos empiezan a molestar las cifras del paro – le sugiero al “morico” del curro-.
- Ya veremos si no nos da por el fundamentalismo y sacamos las hordas a recuperar lo nuestro, que su capitalismo huele a salchicha rancia –me contesta sarcástico-
- Ni con esas. (Ya estamos jorobando la recuperación).

La aceptación


El 2010 entró en la UCI enfermo de gravedad para terminar palmándola, como era de prever. Este juego de la Vida, digan lo que digan, no deja de ser algo totalmente subjetivo y lo digo porque, a pesar de que lo etiquetamos como un año de crisis, como su vecino 2009, a cada uno de nosotros nos ha ido de manera diferente. Al igual que cuando en el quinquenio anterior se le etiquetó de próspero, a nivel individual hubo de todo, como tiene que ser.
Porque debemos partir del concepto poco usual en nuestra cultura de que todo lo malo que nos ocurre, lleva en sí mismo, en su propia naturaleza, la semilla de lo bueno, y viceversa. Pero esta historia la comenté.
-         Si, te estás repitiendo  -dice mi amigo-. Eso es síntoma de vejez.
Ignorando el comentario, quiero decir que, en el fondo no hay años malos ni buenos. Nos guste o no, vivimos inmersos en un ecosistema natural que tiene sus propias reglas y los humanos, no hacemos más que imitarla en todas nuestras actividades. Lo que ocurre es que lo hacemos de manera inconsciente y en general, vivimos de espalda a esa conciencia de sistema vivo universal.  
-         Me huele a discurso místico……. –me dice mirándome de soslayo-
- Míralo como quieras. Si estamos aquí es por que antes han ocurrido en la Tierra catástrofes de magnitudes tremendas. ¡Que te voy a contar que no sepas!!. De hecho, la base de nuestro desarrollo industrial se basa en los restos de ese mundo que un día se fue a tomar viento: los carburantes. Entonces, lo que en su momento fue malo para los dinosaurios y sus primos, a nosotros nos ha ido de coña. Entonces….
- Me lías……
Somos demasiado racionales y nos empeñamos en etiquetar, vivir de la analítica y en función de sus resultados, hacemos nuestras previsiones, pero nos olvidamos de que el ecosistema en el que nos movemos, tiene sus propios planes para cada uno de nosotros, basados en la experiencia, la casualidad, y lo inevitable. Los años que pasamos, no son ni malos ni buenos. Son una experiencia más.
El futuro de una empresa depende de muchos factores, como las personas. De la economía general, por supuesto, pero depende de que, quien rige sus destinos posea la capacidad de innovar o conservar, pero esa capacidad depende por otro lado de otro factor, el personal. Puede ocurrir que por casualidad o por reflexión, descubra una nueva línea de negocio, o una manera diferente de producción. Si en su vida personal atraviesa una etapa creativa, estará más motivado. Si pasa por una crisis, por ejemplo de pareja, seguramente atravesará una fase conservadora. O no.
El ambiente general contribuirá a que confluyan profesionales capaces de seguir el ritmo innovador del líder e incluso generar más ideas, o por el contrario se convierta en una plomiza organización incapaz de asumir ningún cambio sin problemas.
La clave se encentra en otro concepto que nos viene de Oriente y que a nuestros profesores, se les escapó explicarnos: la aceptación. Ojo, la aceptación no implica inmovilidad. Aceptar lo que nos ocurre a nivel personal, empresarial y en nuestro entorno, debe suponer la adaptación, no la sumisión. Aceptación no es sinónimo de inmovilidad, al contrario conlleva actividad.
Aceptar que estamos en un tiempo complicado conlleva el pensar cómo sobrevivir en este nuevo entorno. Aceptar que tenemos una enfermedad grave, significa no revelarse contra lo inevitable y buscar modelos de curación que de seguro, nos llevará a nuevos modos de vida y comportamiento. Romperse la cabeza con el porqué conlleva meterse en barrizales poco recomendables.
-         Amén.
-         Amén –le contesto-

La caza del Mamut


Cuando vine aquí, me dije: "vamos a centrarnos en calidad, en productividad y eficiencia, y vamos trabajar en el negocio".Esa frase tiene una propiedad: Romuald Rytwinski, el Director General de GM ahora destinado a Rusia. Este hombre con cara de buenachón y del que dada su cara de satisfacción, seguramente se le asociaría más a la conducción de un cortacesped en una soleada mañana de Luisiana, que a la dirección de una compañía como GM España, dijo estas tremendas palabras en el trascurso de una entrevista al Heraldo de Aragón. ¡¡¡ Qué exagerado !!! pensará usted, amigo lector. La hemos oído en multitud de foros, entrevistas, libros..... y será por eso que han perdido toda la fuerza y la grandeza que conllevan. CALIDAD, PRODUCTIVIDAD y EFICIENCIA. Miren, así y todo hasta tiene musicalidad.
Tuve un amigo sindicalista que navegaba por la vida reduciendo toda discusión a la expresión más simple. A la sociedad en dos bandos: los buenos y los malos, y lo relativo a economía, en explotadores y explotados. Yo comulgaba y sigo en la misma línea, de que todo lo que nos ocurre a nivel social como personal, efectivamente tiene normalmente su naturaleza sencilla y por tanto, las soluciones lo son de la misma manera, el problema estriba en encontrarlas, evidentemente.  Pero no hay que confundir naturaleza sencilla con simplicidad. Les digo esto porque, siguiendo la dialéctica..... digamos del sindicalista, la clase trabajadora debe andar con cuidado para que el patrón no pisotee sus derechos y le explote. Antes le llamaban “lucha de clases”. Ahora sinceramente, no se como se llama, pero en el fondo tiene la misma raíz. La traducción es como una especie de dos bandos que se miran a través de la trinchera a esperar el uno, el movimiento del otro para atacar o defender. Y sin embargo no pueden vivir el uno sin el otro. En las noches locas de discusión dialéctica sobre el asunto, apoyados en la barra de una tasca del barrio y a menudo con la lengua atascada por los chatos de vino, defendía desde mi posición de trabajador, que nuestra obligación es de hacer nuestro trabajo lo mejor posible, en el menor tiempo posible con lo que se me mandaba para que el jefe llevara la empresa adelante. La traducción pasados los treinta años sería: calidad del trabajo, productividad y objetivos cumplidos (eficiencia) y que el jefe haga negocio.
-         ¡¡¡Eres un vendido ¡!!!! Me acusó.
-         - ¿Y tu que ganas? –me interrogó con los ojos arrugados
-         ¿Yo? –le contesté mirando al camarero que esperaba la respuesta con una botella en la mano- simplemente hago lo que hacemos los humanos desde el principio de los tiempos cuando cazaba mamuts: fabricar buenas herramientas (calidad) para matar la mayor cantidad posible de bichos en el día (productividad) y con ello lograban sobrevivir y desarrollarse (eficiencia).

El camarero me miró fijamente unos instantes y me saltó con la pregunta del millón:
-         ¿Y el negocio dónde estaba?.
-         Amigo mio, le contesté. Creo que lo hacían las hembras.

Fue lo último que oyó mi amigo sindicalista antes de derrumbarse sobre el mostrador. Hoy, tiene un negocio mediocre y muchas arrugas porque según me ha dicho, nunca ha entendido esas tres claves. Sólo cambió de bando en su particular lucha de clases.


miércoles, 22 de septiembre de 2010

El arte moderno

A veces se tiene la impresión de que para visitar una exposición de arte moderno es conveniente ir equipado de una teoría. Sin una teoría no siempre es fácil contemplar una obra y salir airoso del trance. Hoy, más que nunca, las teorías para el arte son tan útiles como los guardias para el tráfico; dejas que te guíen y todo parece más sencillo. Con la ayuda de una teoría nos sentimos más seguros y eludimos la incertidumbre.

Tratando de explicar la incertidumbre, Viktor Frankl afirmaba que el instinto es a los animales lo que la tradición a los humanos. La tradición atenúa nuestros instintos y nos dice aquello que “debemos” hacer, mientras que el instinto dicta a los animales las cosas que “tienen” que hacer. Pero cuando la tradición perdió su capacidad tutelar nos metimos de lleno en la era de la incertidumbre, esa condición tan propia de nuestra época. Para algunos esto es así porque habitamos sociedades que han eliminado las viejas certezas, aquel tiempo en que las mayúsculas tenían el carácter consolador que nos permitía creer en la religión, el progreso, la utopía, la historia y el futuro.
¿Y el arte? A falta de certezas, la responsabilidad sobre su sentido queda a merced de los ojos que lo contemplan. Recuerdo una graciosa historia que nos contaba don Manuel (mi maestro en las Nacionales de Barbastro) a propósito del arte de vanguardia. Tendría yo nueve años. Tal vez la conozcan. Un pintor exponía sus obras, pero había una que destacaba sobre el resto. Era de color blanco inmaculado, tanto que aquel lienzo no sabía qué cosa era un pincel; aunque lo más sorprendente de todo era el título: “Moisés cruzando el Mar Rojo”.

De entre todos los que se arremolinaron para contemplar aquel prodigio, una persona sensata —así la calificaba don Manuel— se aventuró a interrogar al autor sobre el sentido de aquel cuadro en el que nada había que ver.
El genio contestó con todo aplomo: “¡Usted no puede ver nada, señor, porque los israelitas ya han cruzado, porque las aguas del Mar Rojo ya se han separado y porque los egipcios todavía no han llegado! ¡Más preguntas!”.
Don Manuel García Morente, el llorado filósofo y gran profesor, escribió algo al respecto del arte. Recordemos algunas de sus palabras: “Antiguamente, pintores y músicos pertenecían a una escuela y vivían tranquilos dentro de los métodos que aquella escuela musical o pictórica les ofrecía. Realizaban su trabajo con modestia, trataban de ganarse la vida, pintaban cuadros decorosos y aceptables o componían piezas musicales. Unos y otros estaban sustentados en una estética clara y universalmente aceptada dentro de los recintos de su escuela. Hoy, sin embargo, cada artista quiere renovar por completo su arte y salen unas algarabías y unos bodrios espantosos. Por unos pocos que en efecto son hombres de genio y traen un elemento original a su arte, tenemos que soportar una infinidad inagotable de chapuceros”. No sé si don Manuel García Morente tenía razón en lo que dijo, pero lo dijo hace más de 60 años y conviene recordarlo.
Algunos artistas y profesores nos previenen contra el abuso de la palabra en el taller y en el aula de arte porque piensan que es difícil comunicar cosas visuales mediante el lenguaje verbal. Algo de verdad habrá en ello, pues ni los discursos que la envuelven ni la materia de que está hecha engrandecen a la estatua, ni el oro que la recubre consagra al artista que la esculpió.
Pero he aquí que ante la más humilde obra de arte, el espectador no se sentirá ajeno a ella si la obra deja de ser lo que representa para transformarse en la vivencia que despierta en quien la contempla. Pues “no solamente el pintor, también el espectador hace el cuadro”, escribió Dostoievski.
Todo esfuerzo artístico es una batalla contra el olvido. Y toda obra maestra una victoria sobre la muerte. Leonardo da Vinci murió convencido de que la Gioconda sonreiría eternamente y que todos los que en el futuro se burlaran de ella, siquiera una vez, acabarían muertos. ¿No lo cree? Espere y verá.

Antonio Coscollar Santaliestra

miércoles, 6 de enero de 2010

Un articulo interesante

Interpretar la situación actual es complicado para cualquier intelectual, economista o filósofo. Augurar un futuro todavía lo es más porque la enorme cantidad de variables necesarias es tal que no alcanza la mente humana a dislumbrarlo porque sobre todo, el azar forma parte de nuestra vida y de por ende, de nuestro futuro. Pero de lo que no me cabe la menor duda, es que somos y tenemos lo que nos merecemos o en todo caso, lo que hemos ido construyendo como individuos y como sociedad. Es por ello que me resulta importante y necesario echar la mirada atrás. Ver y comprender que nos movemos sobre surcos que gente con poder abrió para que nuestro destino discurriera entre sus másgenes.
Seguidamente un artículo del Pais sobre una de estas teorías.